Magdalena es su propia obra. Una obra de arte, por supuesto. Ella sabe qué color y qué forma darle a cualquier espacio que le ofrezcan. Va decidida al rincón elegido, al lugar privilegiado que la espera. Una vez allí, pinta, corta, recorta, salpica, pega, canta, golpea, dibuja y lo transforma. Y te hipnotiza.

Entonces buscas más bastidor para convidarle, mas mundo, una pared, tu futuro, una ventana, dos sueños…

Yo he visto la realidad cambiando a su paso. Amarillo, columnas, papel, tinta, burbujas, mujer, un grito azul y canela. Asi es ella. Un collage que te alucina, vidrio fértil, patina implacable, especias inertes y azulejos catárticos.

Martín Favelis